Me niego a ser Penélope.
Soy mujer y elijo el camino,
Soy mujer y elijo el camino,
elijo mis golpes,
yo rijo mi historia,
yo trazo la llama,
me agito el cabello sobre la cara,
que no tiene por qué ser bonita
como una estatua griega,
ni como una nueva musa heroin chic.
Ulises, no te estoy esperando,
Soy yo la que va a buscarte,
la que leva anclas,
la que mueve mares,
la que sopla velas.
Que ya se ha derramado mucha sangre
porque tengo menos fuerza en las manos.
Que ya se ha oprimido bastante,
borrándoos a los hombres todo rastro de ternura.
Ulises, no me tapo los oídos esta
madrugada,
ni me ato al mástil de tu barco:
Las sirenas publicistas ya no me asustan
con su maquillaje de plástico, sus tetas
de plástico,
su cerebro de petróleo,
que tanto ha manado de mis ojos como
lágrimas negras.
Por eso esta es la Penélope del siglo
XXI.
Bienvenido a Ítaca, donde puedo dar el
primer paso.
Donde no necesito pretendientes
para tejer un sudario con todas las
mentiras
que escucho cada lunes,
y destejerlas a escondidas cada noche
llorando bajo las mantas
que no quitan el frío de los huesos de
aquella
que no quiere abrirse de piernas
para que un sistema putrefacto
la mantenga callada,
y mira,
tengo la mitad del rostro cubierto por
la hiedra
porque también he sido Dafne,
también he sido presa y producto
y nunca me dejaron ser halcón.
Sin embargo tengo
muy poco miedo a mirarte a la cara
y decir que esta es también mi lucha,
que esta realidad también es la mía,
que las flores pueden tener espinas,
que me gustan los errores de fábrica
con los que he nacido,
Que no tengo nada que envidiaros,
que la voluntad es mía,
que no tengo pudor en abrir las alas
y huir de sus perros de caza.
Que no volveré a verme humillada,
que regresaré fuerte y altiva
e incluso seré capaz de sentir lástima
por aquellos que me hirieron.
Los que tantas veces me han dicho
“Termina
de una vez tu sudario
entierra
tu amor muerto
y consume otro, que es barato,
que
por la nicotina se pagan más impuestos”.
Y yo que no puedo conjugar mis pasos
con los de esta clase de gente
no puedo diluir mis sentimientos
en mi sangre hirviente.
Que no basta con el alcohol nocturno
ni el insomnio, ni la angustia
para acallar una conciencia hiperactiva;
seré la heroína de una causa siempre
incompleta,
nunca estar satisfecha,
es el precio que pagaré con gusto,
por demostrar que puedo sudar como
cualquier hombre,
que puedo reir a carcajadas, sentarme
sin cruzar las piernas.
Que sujetar coronas siempre lo hará
mejor un maniquí.
Ulises, voy a buscarte,
entre tanto, puedes gritar de nostalgia,
podemos contar las horas perdidas,
puedes aceptar mi orgullo y amarlo
podemos regresar como seres semejantes
a Ítaca.
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