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Negar dos veces es afirmar.

No voy a escribirte un poema
por que la distancia que nos separa
sea un lago azul donde nadamos con los ojos abiertos,
y los peces sin piedad nos muerdan el sexo.
No pienso escribirte un poema
por todas las copas que no hemos brindado.
Por todos los miedos a solas.
No voy a escribirte un poema
por imaginar con nitidez tu gesto vulnerable,
cómo te pasas la mano por el pelo,
cómo dejas caer las pestañas como caen los muros
-o caemos los espíritus con voluntad débil-.
Por la lenta incomodidad de un cuerpo ajeno
que deseas tuyo, al preguntarse:
‘si los pájaros han de ser libres qué hacemos aquí,
llenándonos las manos de todo lo que no es para nosotros’.
 Y cada día más sed, y cada día más hambre,
pero no voy a escribir un poema, ¿comprendes?
Aunque se recorte tu perfil contra la luna,
aunque amarte se parezca cada vez más a un saqueo
entre dos seres que todo se lo quitan.
No quiero que por error intenten comprenderlo otros labios.
No pienso hacernos esto.
No voy a escribirte un poema.
No voy a desenvainar la hoja
y  hacer correr ríos de tinta por tus mejillas.

 No voy a ponerte una máscara
para que me confieses quién eres.
Ni a guardar en mi retina aquél rojo fulminante.
No voy a esperar a la noche
para que se convierta en tu pelo.
No voy a perseguirte por las ruinosas calles de mi mente.
¿Por qué me dices ven cuando te marchas?
Pero he jurado no enredar mis por qué en tus dedos,
donde la piel besa el hueso y lo viste de ave,
porque no voy a escribir un poema,
y así matar la delicadeza con que desempolvas la voz
de seis cuerdas que te amarran a la vida,
y a mí me la arrancan.
Mientras lo que suena es el mundo que muerde,
tal y como lo sientes bajo la ropa,
bajo el peso que se carga en los hombros
camino de la muerte.
Si gemir pegados es lo más parecido
que hemos hecho a correr libres
huyendo  de las luces torturadas
que nos dicen quiénes debimos ser.
Respiro a tu lado con los pies en el salpicadero
y pienso:
‘¿Cuál es el precio de la ausencia de ataduras,
que exige romper los lazos,
cerrar los círculos, impedir las espirales,
si ese requisito es ya mordiente
cadena que reduce el cuerpo,
condenándolo a desechar los recuerdos
que tienen nombre?’
Mas no voy a escribir un poema,
pues  de nada de esto pareces consciente. 

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